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Fundamentación.

La obra de Carl Schmitt puede definirse por la gravedad de los desafíos asumidos y la intensidad de las controversias suscitadas. Esta inherente polemicidad, muchas veces voluntaria, no ha logrado sin embargo mermar la dimensión de su legado espiritual. La obra de Schmitt vive en el elemento de la polémica. Lo único que en ella está fuera de controversia es su aportación imprescindible a la comprensión de nuestro tiempo.

 

Tras su muerte en 1985, los poderosos desarrollos e intuiciones documentados en su obra no han quedado sin prosélitos, dando lugar a una variedad de abordajes que, desde disciplinas diversas, se interesan en sondear las profundidades de sus doctrinas, en comprender las encrucijadas de su época y en alumbrar la fisonomía del mundo presente. Un mundo que se presenta como heredero del después, es decir, como heredero de interrogantes que no admiten las mismas respuestas de antaño, pero que tampoco puede renunciar a los planteos del pasado. 

 

Los importantes desarrollos schmittianos en los medios académicos de los países centrales (con sus evidentes focos de irradiación italianos, españoles, alemanes, franceses y norteamericanos) no han quedado sin par en la geografía latinoamericana y argentina en particular. Ya desde mediados de la década del '80, la introducción de Schmitt por parte de José Aricó preludiaría una complicidad permanente de las Ciencias Sociales y Humanidades argentinas con el legado schmittiano. En la Universidad de Buenos Aires, esta permanencia puede reconocerse en tres eventos académicos de gran significación: las jornadas de teología política organizadas por Juan Carlos Portantiero en 1994, las jornadas sobre la obra y pensamiento de Schmitt organizadas por Jorge Dotti y Julio Pinto en 2001, y el coloquio sobre Carl Schmitt y Leo Strauss, organizado en 2008 por el Goethe-Institut con auspicio de la UBA.

 

De este modo, la presencia eminente de Schmitt en la escena filosófica contemporánea, a caballo de propuestas como las de Giorgio Agamben, Roberto Esposito, Heinrich Meier o Chantal Mouffe, genera en nuestro medio una particular resonancia, fruto de la persistente actualidad del pensamiento schmittiano. Al mismo tiempo, esta tradición demuestra ser especialmente sensible ante fenómenos contemporáneos de gran significación, que van desde la emergencia de nuevas potencias mundiales hasta la importancia de los escenarios multilaterales, desde los procesos constituyentes hasta la judicialización de la política, desde los discursos humanitarios hasta las transformaciones institucionales del papado. De este modo, asuntos de plena vigencia mundial, regional y nacional encuentran en Schmitt una aportación imprescindible.

 

 

 

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